Los percusionistas golpean los tambores hechos de barriles para ron cubiertos con piel de chivo mientras un cantante dirige un coro, que repite al unísono una frase en respuesta a la suya. De entre la multitud, aparece un bailarín, tocando el ala de un sombrero imaginario para saludar al percusionista principal. Este gesto indica que la bomba ha comenzado.
Este intercambio juguetón entre los bailarines, los cantantes y los percusionistas es la columna vertebral, en cuanto a ritmos se refiere, de los afroboricuas. Se desarrolló en el siglo XVII, cuando los españoles aún gobernaban, y es una de las tradiciones musicales más antiguas de la isla. Algunos de sus primeros intérpretes fueron los africanos occidentales que trabajaban en las plantaciones de azúcar; sus bailes de bomba eran un medio de conexión social y catarsis y, según el etnomusicólogo Salvador E. Ferreras, algunas veces ayudaron a ocultar rebeliones.
Hoy en día, la bomba ofrece otro tipo de diversión. La alcaldesa de San Juan bailó bomba con Ricky Martin y, recientemente, el cineasta Spike Lee estuvo aquí filmando escenas de bomba para la segunda temporada de She’s Gotta Have It. Es una forma de arte que está a punto de saltar a la cultura dominante.
Para generaciones de trabajadores y familias afroboricuas, la bomba nunca ha dejado de ser central para la comunidad, y los tambores actúan como un instrumento de poder político, entretenimiento y liberación espiritual. Para algunos, la bomba es incluso la banda sonora de la resistencia de Puerto Rico. En la marcha del Primero de Mayo de este año en San Juan, sus letras y redobles hicieron eco entre las multitudes que ventilaban su oposición a las medidas de austeridad, que incluyeron cierres de escuelas y aumentos en las colegiaturas universitarias, antes de que la policía disparara gas pimienta y lacrimógeno para poner fin a la protesta.
El resiliente espíritu de la bomba se ha vuelto más pronunciado en vista de la crisis económica de la isla y la devastación ocasionada por el huracán María.
En La Terraza de Bonanza, cualquier noche de bomba está repleta de jóvenes. Algunos bailan con una técnica exagerada, su rostro contraído por la disciplina. Los tradicionalistas agitan un abanico o una falda para marcar su control del espacio físico. Otros son más vanguardistas e incorporan movimientos acrobáticos o un baile arrítmico conocido como flossing.
Esas noches comenzaron con solo unos cuantos amigos que se reunían para tocar los tambores, comentó Otura Mun, líder de la banda de música electrónica ÌFÉ, y crecieron gracias a las redes sociales y la recomendación de boca en boca. La asistencia aumentó considerablemente después del huracán María en 2017, debido a que Bonanza todavía conservaba un generador de electricidad desde el huracán Irma, así que el sencillo bar al aire libre era uno de los pocos lugares en el barrio con electricidad. Retomó sus operaciones apenas dos días después de la tormenta.
El resurgimiento de la bomba se debe en parte a la experimentación formal. La Tribu de Abrante, una orquesta fusión de ritmos acelerados compuesta por doce elementos ha fusionado los sonidos de la bomba con el reguetón, el reggae y el hip-hop. La apertura a los sonidos nuevos ha ayudado a expandir el público de la bomba localmente, a través de interpretaciones en vivo y en la radio y, mundialmente, al asociarse con géneros populares.
“Cuando viajo a otros países, la gente dice que el reguetón es la música tradicional de Puerto Rico”, recordó Hiram Abrante, líder de la banda, originario de Loíza. “Yo contesto: ‘¿Cómo? Es la bomba’”.
Su meta siempre fue hacer que la bomba fuera más accesible a los escuchas de todo el mundo, sin dejar de lado el respeto por sus tradiciones e historia. Hace poco, en el Festival del Apio en Barranquitas, Abrante reconoció el legado de la bomba cuando cerró la presentación de La Tribu con un homenaje a dos de las familias más antiguas de la bomba en San Juan: los Cepeda y los Ayala.
“Con la evolución, viene la responsabilidad”, dijo Víctor Emmanuelli, de 41 años, miembro del grupo musical Bomba Evolución e historiador del género. “Es importante para los jóvenes tener las bases a fin de que el género evolucione”. Comenzó a tocar la bomba a los 8 años en Carolina, un poblado entre San Juan y Loíza.
Jerry Ferrao, quien tocó con los Cepeda durante veinte años, ha notado que a algunos intérpretes jóvenes parece preocuparles en demasía tocar rápido, superponiendo el ritmo de la danza a la poesía de las canciones.
Sin embargo, para otros, acelerar el paso es natural y hasta parte de la evolución. “Los conductores de la década de los sesenta pueden decir que los conductores de 2018 van demasiado rápido, pero los autos son más rápidos estos días”, dijo José L. Elicier, de 41 años, quien toca con la agrupación Majestad Negra.
No obstante, ¿qué opinan las primeras familias de la bomba de todo este cambio?
Jesús Cepeda estaba sentado en un catre en la modesta casa de tres habitaciones donde creció junto a diez hermanas y hermanos y otros parientes. Las paredes de la casa, que alguna vez perteneció a su padre, el famoso bombero don Rafael Cepeda, son un monumento al legado cultural de la familia, y están cubiertas de un extremo a otro con placas conmemorativas y reconocimientos desgastados por el sol, incluyendo uno firmado por Ronald Reagan.
“Al ver el éxito de La Tribu, quiero ser sincero”, dijo Cepeda, de 68 años. “Mezclar el reguetón con el reggae y la bomba es, por un lado, bueno y hermoso. Los jóvenes están representando la misma idea de lo que somos”.
“Están ayudando a la bomba”, dijo Cepeda, de La Tribu, “pero tengo 65 años haciendo esto, dando clases, directo desde el folclore. No es una mezcla. Puedo hablarles de los maestros de las generaciones anteriores a la mía, pero ellos no. Ellos no son maestros, son alumnos”.
Él recuerda cuando la música afropuertorriqueña no era tan popular, cuando la bomba se arreglaba distinto para hacerla atractiva a las audiencias blancas. “Ponían a dos bailarines blancos en la portada del disco”, recordó Cepeda, riendo, describiendo el exitoso álbum de Rafael Cortijo titulado Rafael Cortijo y Su Combo Invites You to Dance. Su padre tocaba con la agrupación.
“Era más difícil para nosotros entonces, ¿me explico?”, dijo Cepeda. “Éramos pobres, negros, no teníamos estudios. Todo lo que teníamos era la bomba y nada más”.
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